Conocí a Laura Corrales, en el tren que cubría la ruta Venecia / Roma, el vagón estaba prácticamente solo, coincidimos en puestos de la misma fila, separados por el pasillo y quizás por la monotonía del paisaje, nos permitió acercarnos para conversar. Ella tenía cerca de unos 70 años, sobrina de un ex presidente peruano y evidencio desde el principio, ser una de esas personas de abolengo, venia de una familia muy conservadora de la sociedad de su país. Sin embargo, era su primer viaje por Europa y se acompañaba de una amiga, que necesitaba, demostrar que tenía varias salida al extranjero en su pasaporte, para optar a un permiso de visita en Canadá, donde residía una hija. Ya que en su primera solicitud se la habían negado por esa misma causa.
En esos temas casi obligados de conversaciones cotidianas, le pregunte cuántos hijos tenía. Laura me respondió, que nunca se caso. Me pareció difícil de entender, por verla muy elegante y a pesar de su edad, conservaba aun una belleza universal, rasgo delicados y una manera muy agradable de conversar. Me dijo, que tuvo un enamorado a lo largo de toda su vida, pero cuando finalmente pudo corresponderle el destino se interpuso de dos maneras.
Lo conoció desde la adolescencia, era un hijo de emigrantes alemanes, que llegaron a su país a instalar una gran fábrica y se quedaron, era también una familia con mucho dinero. Todas las jóvenes de su edad, se fijaban en Wolfang, pero él desde que la conoció la atracción fue fulminante, no hubo más nadie en su mirada. A lo largo de una buena parte del bachillerato, todos los días la esperaba a la salida del Liceo para señoritas y la acompañaba por el parque hasta llegar a pocos metros de su casa. Un camino lleno de miradas, detalles y anécdotas. La familia de Laura le tenía prohibido cualquier amistad con jóvenes.
En el último año de la secundaria, se estilaba un baile de fin de grado y para la época se hacía con la presencia de cadetes del último grado de la Escuela Militar, para darle un mayor realce a dicho evento, más cuando varias hijas de generales se graduaban en ese mismo acto. Desde el primer ensayo se asignaron las parejas. A Laura le toco el cadete Francisco, joven de tez morena, alto y muy animado, por la tarea encomendada. La impresión de su impecable uniforme, el roce, los apretones de mano, el contacto entre los cuerpos, hicieron lo suyo, y Laura extravió la mirada de eterna adolescente por la de mujer.
El segundo ensayo fue el más esperado y allí, las miradas y caricias disimuladas, definieron los próximos 20 años. El experimentado brigadier, cautivo a la hija única de los Corrales. Y antes de llegar al baile final, Laura descubre el sexo con Francisco. Y de ahí en adelante, la voluntad de su cuerpo, no le permitió pensar en más nada, solo en los encuentros furtivos con el cadete.
En los meses siguientes, los cambios de hábitos de Laura no se hicieron esperar, y alerto a su familia. Fue fácil descubrir, que esto se debía a su nuevo amigo, el cadete. Lo investigaron y descubrieron que Francisco se había casado hace un par de años atrás, en un rimbombante evento, también llenos de cadetes un su ciudad natal. La situación queda clara, Laura no podía seguir viendo a una persona, que por su carrera militar, ya no podía ofrecerle una vida matrimonial. Además, la propia sociedad limeña, no iba aceptar el mal ejemplo que este tipo de relación podía representar para sus hijas.
Aislada, en desconcierto, por lo violento de los acontecimientos, Laura acepta que la lleven a vivir a la casa de los abuelos paternos, a 8 mil kilómetros de Lima. Allí, estudia en la Normal (Escuela para maestros). Y así transcurren, 15 años en soledad absoluta. Tiempo también para ingratas noticias, primero la muerte de su padre y luego la de su madre. En los dos últimos años fallecen ambos abuelos.
Obligada por las circunstancias, regresa a ocupar la casa de la familia en Lima. Con 33 años, Laura es una perfecta desconocida, en su entorno. Muchas familias ya han muerto o mudados del vecindario. Sus compañeras de adolescencia todas casadas y con muchos niños. Visita su antigua escuela y le ofrecen un puesto de maestra, al cual acepta y reinicia así su vida en Lima. Al salir de la escuela, ya como maestra, hacia el mismo recorrido por el parque para llegar a su casa de cuando era niña y adolescente. Así transcurren dos años, tiempo productivo para reparar la casa y poner en orden asuntos pendientes de su familia.
Francisco, ya retirado de la milicia, se entera del regreso de Laura y la busca. Después de 17 años, el encuentro se produce. Fue emotivo, sin reproches y consumió toda una tarde. Expresó el militar sus nuevos planes, su intensión de ser un administrador de una Tasca, en la costa. También le confeso, que su mujer, no le permitía el divorcio, así que en términos formales, no podía hacer su vida con ella.
Francisco debía salir todos los viernes para regresar los martes, ya que esos días eran los más rentables para el negocio, así que el regresaría los martes temprano. Laura le acepto la propuesta de verse entonces, los martes y los jueves por las tardes. Durante tres años, se mantuvo el acuerdo, Laura lo esperaba siempre muy elegante y con los detalles que más le gustaban a Francisco. Dispuesta a escuchar, las historias o anécdotas de la Tasca. En ese negocio, ella también había invertido una buena parte de su dinero producto de la venta de una de las casa de la familia.
Ella organizo su vida, sus actividades o compromisos de tal manera que los martes y jueves por la tardes, estuvieran siempre libres para él. Había leído, en alguna parte, que mas valía pocas horas de afectos que vivir siete días a la semana llenos de rutina.
En Mayo, Francisco dejo de ir, de llamar. Pasaron las semanas. Laura se entera por un hermano de él, que estaba muy enfermo por una cirrosis, pero no tenia manera de verlo porque lo atendía su esposa. A los meses muere y tampoco pudo asistir al velorio, el sepelio fue entre su familia, sin invitados. El cortejo si lo pudo ver desde su ventana.
El regreso a Lima de Laura, fue sin penas ni glorias y en tres años, supo de nuevo del amor y de la desolación. Destino cruel para quien ha tenido todo para ser feliz.
La muerte de Francisco, fue comentada en la comunidad limeña, no solo por lo prematura de su deceso, sino por las deudas que dejo.
Seis meses después Wolfang aparece. La estaba esperando en el parque a la salida de la escuela y la acompaña hasta su casa, igual que cuando eran adolescentes.
Laura, descubre en los ojos Wolfang, que el sentimiento no ha envejecido. El cuenta, que se caso con Amanda, una de sus amigas más cercanas. Que tenía 3 hijos, todos ya grandes. Que Francisco le quito 20 años de su vida, y que pensaba recuperarlos. Le pidió que por favor lo dejara verla. Ella acepto los encuentros bajo el compromiso de que sea lo que pasase más adelante, el nunca dejara a su familia. Y le pidió que viniera solo los martes y jueves por la tarde.
Wolfang, siempre lleno de detalles, con su bun humor y con la puntualidad alemana, llegaba exactamente a la misma hora todos los martes y jueves para ver a Laura. Y así, se fueron borrando las melancolías de ambos y regreso la alegría casi juvenil de los años pasados. Eran días de tertulia. Historias con mucho humor narradas por Wolfang. Había días, que contaba la misma historia hasta 3 y 4 veces, Laura simplemente las escuchaba e igual se reía.
Un martes no fue y el jueves se apareció, como si nada. Laura, entendía que pudo haber tenido algún contratiempo en el trabajo y eso no le permitió desocuparse temprano. Igual pasaba con los jueves o se ausentaba la semana completa y cuando aparecía estaba con el mismo humor de siempre, como si viniera con la continuación de la misma visita de hace dos días atrás. Igual, alguna historia nueva las contaba una y otra vez. Un jueves vio que paso con su carro frente a su casa pero no se detuvo y siguió en dirección a la casa de una hermana que vivía cerca de ahí.
Luego no fue más. Pasaron las semanas, y tampoco hubo llamadas. Un buen día, la hermana de Wolfang la visito por encargo de él. Padecía desde hace años Ansseimer, pero la enfermedad se le había agudizado y había perdido la memoria por completo. Y cuando tenía algunos destellos de lucidez preguntaba por ella, pero en su casa no le estaba permitido ya salir. Estaba bajo la custodia de su esposa y de sus hijos. Dos años después muere también Wolfang. El cortejo con los restos de Wolfang lo pudo divisar desde su ventana.
Laura me cuenta, que en su casa todos los martes y jueves siente la presencia de Francisco y de Wolfang. Y que aunque ahora está de viaje para acompañar a su amiga, ella sabe, que al llegar a Lima, ellos la están esperando.
Lenin Cardozo
Lenin Cardozo
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