Monday, 28 March 2016

Benditos zapatos

Salir de la ciudad hasta la capital en el primer vuelo en avión es sencillamente un parto (dar a luz).  Prácticamente uno no duerme, porque para tomar el vuelo de las 6:00 am hay que salir como a las 4 am para el aeropuerto, es decir que desde las 3 am uno está dando funciones, para así no perder el vuelo tempranero.  Ese día, debía hacer una presentación a primera hora en la sede principal que está en la Ciudad Capital sobre los costos asociados al desarrollo de uno de los proyectos que llevaba bajo mi responsabilidad.  Pero el cansancio me gano y me desperté exactamente a la hora que debía ya salir para chequear y tomar el avión.  Apresuradamente me vestí, en fracciones de segundos contabilizaba en mi mente todas las cosas que debía llevarme para la reunión  y salí inmediatamente.  Cuando llegue a la taquilla para confirmar mi boleto ya estaban anunciando la salida y ahí, me percate que en el apuro me puse un zapato de color claro (casi beige) con otro negro.  Ahí comenzó mi largo caminar con todas las miradas puestas en mis particulares zapatos.


Opte por la estrategia de poner “cara seria”, para no decir arrecho, y todo el que me preguntaba sobre los zapatos los miraba bien serio y no les respondía o si acaso algún gesto de indiferencia.  Trate en lo posible de tapar alguno de los zapatos cuando podía, pero el contraste era realmente exagerado e igual las risitas me acompañaron desde que llegue al aeropuerto hasta que me regrese.  El día se me hizo interminable, casi una pesadilla.  Para colmo, la presentación era de pie,  sin un podio para taparme y ante un nutrido auditorio. Por supuesto que nadie me escucho, el centro de la atención fueron los benditos zapatos.   Dure un par de días con los músculos de la cara adoloridos, asumo por el gran esfuerzo que hice para estar serio y no estallar de la riza por haberme reprimido tanto.

Lenin Cardozo

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