El avión era uno de esos modelos pequeños, de solo seis puestos. Acompañaba al Gobernador y a su esposa a una inspección al sur del Estado. En ese entonces tenía la responsabilidad de ser el Secretario o Director de infraestructura, de pronto el piloto no pudo evitar entrar en una densa nube y empezó a moverse la nave de manera violenta. Era como mucha turbulencia para lo diminuto del equipo. En esos segundos me acorde de lo que me dijo y papa, que en el futuro dirán que osados eran los humanos de ese entonces, al cruzar los cielos montados en unos tubos de aluminio impulsados por unas turbinas o unas hélices.
Mi
cara era un poema, no podía disimular mi angustia y no hallaba de donde agarrarme
tampoco. El Gobernado mi miro y me dijo,
tranquilo Lenin, no te preocupes que si el avión se cae tu solo reza rapidito tres
Aves Marías y listo!.
Le asentí
con la cabeza y con una mueca de como que estar de acuerdo. Pero realmente estaba ya al borde del colapso.
Y en los siguientes segundos empecé a
pensar que no me quedaba de otra sino rezar las Aves Marías. Y es ahí donde entre en conciencia plena: yo
no sabía rezar, y mucho menos me sabía las Aves Marías.
A
los minutos siguientes la cosa se estabilizo y finalmente llegamos al destino
programado. Le informe luego al
Gobernador que como aun tenia algunas obras que inspeccionar me quedaría un día
más. Era una verdad a medias, si habían las
obras, pero los cólicos producto del paseíto aéreo no me dejaban en paz. Luego me regresé pero por tierra.
Lenin Cardozo
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